- La verdadera prevención comienza en el liderazgo. Seamos claros, un buen líder reduce incidentes.
Por Pedro Oré*
Lima, Perú.- En el universo corporativo, donde abundan los procesos y las tecnologías más sofisticadas, seguimos dejando fuera una de las variables más determinantes (y más subestimadas) en la ecuación de la seguridad organizacional: El liderazgo ineficaz.
Sí, ese liderazgo que no aparece en los informes trimestrales ni auditorías, pero que genera pérdidas silenciosas, erosiona la cultura interna y, en casos extremos, habilita fallas estructurales que ningún sistema de vigilancia puede prevenir.
En el mundo de la seguridad, el liderazgo es un multiplicador: Potencia o destruye. No hay punto medio. Un mal líder puede convertir una política impecable en letra muerta, una estrategia brillante en burocracia vacía, o un equipo capacitado en una agrupación apática, reactiva y silenciosa.
El problema es que estos costos no se ven a simple vista, pero están en las decisiones que no se toman, en las alertas que no se comunican, en las renuncias no explicadas y en los errores que, por miedo o hartazgo, nadie se atreve a corregir.
¿Qué te parece si conocemos tres formas silenciosas en que el mal liderazgo destruye la seguridad?
- Cultura de silencio: Cuando el líder impone miedo o indiferencia, el equipo aprende a callar. Y en seguridad, el silencio no es neutral, es combustible para el riesgo. Si un colaborador nota una anomalía pero percibe que su jefe no escucha, no reacciona o, peor aún, castiga al mensajero, simplemente deja de informar. Bienvenido al terreno fértil de las crisis.
- Desconexión emocional: La seguridad no es solo técnica, es emocional. Un equipo conectado, que siente orgullo y pertenencia, cuida. Un equipo que se siente desprotegido o despreciado, simplemente cumple (y a veces ni eso). Cuando el líder falla en conectar, inspirar y contener, la protección se vuelve mecánica, sin alma, y por tanto, frágil.
- Falta de visión sistémica: El mal líder piensa en tareas, no en propósitos. Se obsesiona con los reportes y los procedimientos, pero desconoce el impacto real del contexto humano en los indicadores. Ve el “qué”, pero no el “por qué”. El resultado: una seguridad orientada al cumplimiento, no al compromiso. Y ya sabemos lo que ocurre con las reglas sin convicción.
¿Por qué seguimos tolerando malos líderes?
Porque medimos lo que es fácil de medir, porque confundimos experiencia técnica con capacidad de liderazgo, porque seguimos promoviendo jefes que «saben del tema», pero no saben de personas, y en seguridad, donde la colaboración, la comunicación y la anticipación son vitales, eso es una bomba de tiempo con cuenta regresiva con súper velocidad.
¿Solución?: Valorar el liderazgo como un activo estratégico de protección
La verdadera prevención comienza en el liderazgo. Seamos claros, un buen líder reduce incidentes, ¿cómo? Generando confianza, escuchando con intención, dando sentido al trabajo cotidiano, construyendo equipos emocionalmente seguros y motivados. No se trata de convertir al jefe de seguridad en un coach espiritual. Se trata de entender que el riesgo también es humano, y que liderar con inteligencia emocional, humildad y visión es parte fundamental de cualquier estrategia robusta de protección.
Invertimos millones en infraestructura, en consultorías, en sistemas, en certificaciones, pero si no atendemos el factor humano del liderazgo, todo eso seguirá operando sobre cimientos frágiles. La pregunta que toda empresa debería hacerse es sencilla, pero incómoda:
“¿Quién cuida a los que cuidan?”
Y más aún: “¿Quién los lidera?” Porque si el liderazgo no inspira, no comunica, no protege, entonces el riesgo ya entró, y les aseguro que no tocará la puerta.

*Pedro Oré. Perú. Miembro de Asís Internacional. Oficial Certificado de Protección – CPO. Oficial Certificado en Investigaciones – CIO. Máster in Business Administration. Máster en Gestión y Dirección de Equipos. Profesional en Administración de Negocios Internacionales. Oficial de Mar de la Marina de Guerra del Perú (r).